En noviembre de 1932 Hitler envió esta carta al Presidente de la república von Hindemburg.
RUEGO A VUESTRA EXCELENCIA ME CONCEDA LA MÁXIMA AUTORIDAD Y PODER
Después de seis meses de gobierno, el gabinete Papen -como había predicho- ha quedado completamente aislado dentro de Alemania y a su vez ha llevado a ésta a un aislamiento con respecto al exterior.
Si hoy un gobierno tuviera que recoger esta terrible herencia política... su acción sólo podrá tener éxito siempre que hacia él confluyan una autoridad desde arriba y una fuerza desde abajo igualmente grandes y potentes.
Si yo, en calidad del movimiento nacionalsocialista, he sido nuevamente llamado a Berlín por vuestra excelencia para colaborar en la solución de esta gravísima crisis de nuestro pueblo, podré hacerlo, según mi mejor ciencia y conciencia y mi juicio, siempre que el movimiento y yo mismo obtengamos la autoridad que es necesaria para llevar a cabo esta función, pero que también compete al movimiento en virtud de su fuerza. En efecto, la ineludible necesidad de poner a Alemania por encima de partidos, será reconocida solo cuando se le asigne en anticipo al movimiento más fuerte, como factor de negociación, la posición que hasta ahora vuestra excelencia ha conferido a todos los representantes del poder presidencial. Esta exigencia no es menos justificable desde el punto de vista de la equidad...
Puedo asegurarle a vuestra excelencia mi firme decisión de formar un gabinete presidencial propuesto por mí, sujeto a mi dirección y aceptado por vuestra excelencia, con todas las premisas constitucionales necesarias para un largo y fructífero mejoramiento de nuestro pueblo política y económicamente arruinado. Por este motivo, dirijo a vuestra excelencia un solo ruego, el de otorgarme por lo menos, tanta autoridad y poderes como los que antes que yo recibieron hombres que por su parte podían contribuir igual que yo, a valorar la autoridad y el prestigio del nombre de vuestra excelencia. No obstante, como estoy obligado a causa de la Constitución a tener en cuenta a los partidos para el legal funcionamiento del futuro gobierno, llevo conmigo, señor Presidente del Reich, al partido más grande de todos. Pero mi nombre y la existencia de este gran movimiento alemán, son garantías que se verían anuladas, necesariamente, por un fracaso en nuestros esfuerzos. En tal caso, señor Presidente del Reich, yo no veo después de nosotros una dictadura militar, sino el caos bolchevique.
Si después de tuviera que persistir en el propósito de volver a formas de gobierno de viejo sello parlamentario, entonces sería necesario, a mi parecer, dar a conocer esta voluntad de vuestra excelencia. Sin embargo, en este caso, me permito con todo respeto, llamarle la atención sobre las repercusiones de una decisión semejante. Yo las lamentaría profundamente.
Permítaseme, para concluir, rogar a vuestra excelencia tener en debida cuenta mis motivaciones y desistir del intento de darle esta solución a la crisis.