Para hacer un paréntesis en mis lecturas, acabo de terminar "Una mujer en Berlín" el libro que recoge el diario de una mujer que vivió el Berlín recién ocupado por las tropas soviéticas. Todos conocemos, o nos imaginamos, las tropelías del ejército soviético. Existen muchos libros al respecto. Sin embargo, este diario anónimo se ha convertido en cierta manera en una Ana Frank a la inversa. Pero, mi impresión es que, a pesar del relativo éxito, el diario no refleja en absoluto las desgracias del pueblo alemán durante la invasión soviética, como veremos. Cuesta creer que la escritora escribiera todo con un lápiz y trozos de papel. Pero cuesta más aun creer que lo escribiera al momento, no solo por la precisión sino porque en semejantes condiciones de vida, es relativamente difícil escribir a la vista de todo el mundo. Sabemos que el diario fue retocado después y tengo la impresión de que contiene muchos añadidos posteriores.
El diario comienza el 20 de abril de 1945, último cumpleaños de Hitler, hecho que la anónima mujer no debe recordar hasta el día siguiente. Es interesante cómo describe el ambiente en los refugios antiaéreos, y los bombardeos aéreos. Los berlineses disponían de un diario editado por Goebbels en el que se recordaba el aniversario de Hitler, hecho que la anónima describe como "una fecha que la mayoría ya no recordaba para nada". Es curioso que aun en esos días hubiera alemanes que creían en la victoria y seguían confiando en Hitler. El último mote que recibió Hitler en esos días era "Aquel" y la escritora describe a un ciudadano que aun confiaba en Hitler: "sabe exactamente lo que se lleva entre manos", al que define como "loco". Otra señora confiaba igualmente en Hitler de quien dijo que había que tener esperanza. Sin embargo, por lo que dice la escritora, los berlineses no hablaban de Hitler directamente. Hay una descripción que hace, que define bien el espíritu de los alemanes: "Nos hemos convertido en una nación de mudos". Sin embargo, los alemanes no perdían el sentido del humor y la anónima cuenta a menudo mucho chistes que circulaban, como por ejemplo cuando escuchó "lo bien que estaríamos ahora si Adolf hubiera sido un aborto".
Otra cuestión que me llama la atención es lo ordenados que son los alemanes en todas las situaciones. Después de un bombardeo, la escritora dice: "me tocó presenciar cómo incluso los sepultados entre los escombros, los heridos, los trastornados, desaparecían del escenario muy disciplinadamente".
Siempre me he preguntado cómo se deberían sentir los alemanes al ser invadidos por el ejército soviético, precedido por la propaganda alemana, que lo describía como unas hordas de salvajes y violadores. La sensación de pánico debía de ser agobiante. Los rusos se dedicaban a saquear todo cuanto podían, pero especialmente tenían preferencia por los relojes. Cada soldado iba en busca y captura de cuantos relojes podían: "¿Por qué razón van todos detrás de los relojes? No es por su valor monetario, pues no se interesan tanto por anillos, pendientes o pulseras. No, todo eso lo pasan por alto si pueden pescar un reloj. Probablemente se debe a que allá en su país no todo el mundo puede tener un reloj."
"No hay nada en esta ciudad que no les perteneciera si lo quisieran. Es sencillamente demasiado. Ya no pueden abarcar con la vista toda esa cantidad de objetos. Agarran indolentemente aquello que les llama la atención, lo pierden o vuelven a regalar. Cargan objetos que más tarde acaban tirando porque les pesan demasiado... por lo general son muy torpes en la valoración de los objetos. No tienen ni idea de lo que significa caro y buena calidad. Agarran lo primero que se les pone a la vista. ¿Y qué otra cosa podrían hacer? Toda su vida se han vestido con las prendas que les han asignado. No saben clasificar ni elegir..."
Lo increíble es que el ejército soviético, por muchas lecciones de comunismo que recibiera, se dedicara a saquear todo tipo de objetos en Alemania, dejando muy claro que el comunismo en si fue un fracaso absoluto.
A menudo la escritora se pregunta cómo ese ejército de salvajes pudo invadir Alemania: "Una vez más un espécimen completamente nuevo de la inagotable colección de modelos que nos ha enviado la Unión Soviética".
Los berlineses quemaban libros que pudieran "intranquilizar a los rusos". A veces me pregunto cómo pudo ser posible "salvar" tantos Mein Kampf, ya que aún se siguen vendiendo ejemplares del libro de Hitler originales de la época. El 5 de mayo escribe:
"Estoy sentada en el taburete delante de nuestra lumbre alimentada miserablemente con todo tipo de libros nazis. Si toda la gente hace lo mismo -y realmente lo está haciendo así- el Mein Kampf de Adolf acabará siendo otra vez una rareza para bibliófilos". Ciertamente no fue así.
Los rusos solían emplear las palabras "Gitler Durak" que significa "Hitler es un imbécil", a lo que la escritora replica "como si fuera un descubrimiento suyo". A principios de mayo aun existía confusión sobre el paradero de Hitler. Así pues, la escritora dice "En estos días tengo a menudo la sensación de que nada de lo que se afirma es verdad, que Adolf quizás hace mucho que se embarcó en un submarino y ahora está en un castillo en España con Franco haciendo planes para Truman sobre cómo enviar a los rusos a casa. Sin embargo, en lo más profundo de todo, está siempre presente la sensación de la derrota, de nuestro estar a merced de otros". Sin embargo, más adelante, la escritora saca alguna información de los soviéticos:
"De Adolf no puede decir nada, pero confirma en cambio el suicidio de Goebbels junto a su mujer y todos los hijos". Este hecho nos demuestra que ya entonces se comenzó a crear el mito de un Hitler superviviente de la guerra. También llegaban noticias falsas, como cuando la anónima escritora oyó que Göring había sido hecho prisionero y que lloró como un niño.
Se describe también en el diario el cambio ideológico que conllevó la invasión:
"En el vestíbulo había un hombre con mazo y escoplo golpeando la escultura en relieve de Adolf. Vi cómo se le desprendía la nariz. ¿Qué es la piedra? ¿Qué son los monumentos? Una iconoclastia sin precedentes recorre estos días Alemania de punta a punta. ¿Podrá haber nunca una resurrección de los dirigentes nazis? En cuanto tenga la cabeza un poco más despejada, me dedicaré al estudio de Napoleón, a quien desterraron en su tiempo tratando de borrar su recuerdo y a quien, sin embargo, volvieron a buscar y ensalzar.
El diario es famoso por describir las violaciones que sufrieron las alemanas por parte del ejército soviético. Ya el primer día de la ocupación la escritora es violada: "huele a aguardiente y a caballo... entonces, el que está encima de mí deja caer lentamente en mi boca la saliva acumulada en su boca". Sin embargo la escritora pronto llega a la conclusión de que es mejor tener buenos aliados en el ejército de ocupación y procura hacerse la protegida de oficiales rusos ya que, además, ella habla ligeramente ruso, lo que le salva de muchas situaciones. Ese hecho resta dramatismo al libro, ya que la escritora llega a hacer amistad con varios de sus violadores. Se comprende que se trata de una manera de supervivencia pero resta dramatismo ya que en poco tiempo, la escritora recibe abundante comida de los rusos gracias a sus protegidos soviéticos. Voy a omitir las descripciones que la autora hace de varias mujeres violadas de su entorno ya que resultan ciertamente repugnantes. La escritora cree que gran culpa de las violaciones se debieron a que las hordas soviéticas encontraron en Alemania grandes cantidades de alcohol. Sin embargo, llega un momento en que la escritora se lamenta cuando no tiene a ningún protegido ruso: "no hay ningún nuevo comandante a la vista". Yo creo que este hecho resta importancia a un hecho tan grave como fueron las violaciones. La escritora da a entender que está esperando un violador para sentirse segura, lo cual se puede entender perfectamente, más vale un violador educado que no muchos salvajes. Sin embargo, a la narración le falta el dramatismo por ejemplo más vivo de los libros sobre las ocupaciones alemanas y que son tan famosos.
Sorprende comprobar cómo los violadores rusos eran a menudo niños de 16 años. ¿Podemos imaginar escenas más dantescas, como niños de 16 años violando ancianas alemanas? Es algo ciertamente que se escapa a toda lógica. También se dieron casos de violaciones a niñas de 12 años.
Los rusos llamaban a las violaciones con el eufemismo de "relaciones coactivas".
"Nuestros vencedores pasarán factura al pueblo" dice la escritora. Y a continuación reproduce una frase que comenzó a circular por Alemania: "Los nuestros no lo hicieron de manera muy diferente allí", lo que no se ajusta a la realidad, ya que el ejército alemán cometió actos de extrema crueldad en los territorios ocupados, pero nunca se promovió la violación de las mujeres rusas, por ejemplo, algo que iba en contra de las leyes alemanas.
Otra declaración que me llama la atención es esta:
"Nosotros, los alemanes, no somos un pueblo de partisanos. Necesitamos un mando, órdenes." Esto explica por si solo la conducta de Alemania no solo bajo el III Reich. Después dice: " la mayoría de los alemanes tiene horror a contravenir directamente la ley".
Llama la atención es que en el Berlín de 1945 existieran casas en pie. No solo eso, sino que la gente viviera en ellas y existiera agua corriente e incluso electricidad. Cuesta imaginarlo. Durante el relato del diario apenas podemos ser testigos de la hambruna que sufrieron los alemanes. La escritora dice:
"Se nos pintó tantas veces en las paredes que las potencias enemigas nos llevarían a la muerte por hambre y a la completa extinción física, que cada pedazo de pan, cada alusión a que se nos va a seguir suministrando alimentos, nos deja pasmados. En ese sentido, Goebbels preparó perfectamente el terreno a los vencedores. Cada pedazo de pan de su mano nos parece un regalo."
También menciona la escritora la cuestión judía:
"Más tarde se me pasaría por la cabeza que de entre todos los improperios y reproches que me dirigieron los rusos, nunca me reprocharon las persecuciones a judíos." La escritora anónima estuvo en Rusia antes de la guerra y recuerda que "en los formularios que todo el mundo tenía que rellenar en Rusia cuando estuve allí, figuraba la palabra 'judío' en la correspondiente columna etnográfica, igual que 'tártaro' o armenio".
El libro describe también la historia de un abogado alemán que se casó con una judía. Sorprende que el matrimonio viviera en Berlín al final de la guerra. Al parecer, el matrimonio esperaba ansioso la llegada del Ejército Rojo, pero cuando llegaron, una bala alcanzó al marido, que le mató. La mujer gritaba que era judía pero no le sirvió de nada. El relato da a entender que la judía también fue violada. El suceso se describe como una ironía cruel del destino.
En las hojas finales del diario, se relata perfectamente el expolio ruso de las fabricas alemanas. Tornillo a tornillo se desmontaron las más importantes fabricas y se trasladaron a la Unión Soviética. La escritora vio cómo "los rusos se están llevando todas las máquinas alemanas". Fueron los propios alemanes los que fueron obligados a hacerlo en condiciones inhumanas. Sin embargo, los alemanes estaban asombrados: "no me explico cómo esta gente ha podido ganar la guerra. Tienen menos cabeza que un escolar alemán."
"No somos nada más que polvo bajo sus botas.." llega a escribir.
Al poco tiempo de la invasión, la escritora describió "Ya no queda apenas nada que pueda llamarse alemán en nuestra ciudad".