Hoy nos relajamos un poquito con un aspecto poco conocido de Hitler: su conocimiento de idiomas extranjeros. En nuestra época es muy común que si no se vive en países de habla inglesa, se incida mucho en el aprendizaje del inglés, y lo cierto es que a pesar de ello, muy pocos lo dominan. He leído en alguna ocasión un ataque a Hitler muy curioso: que solo hablaba alemán, y no muy bien. Pero si tenemos en cuenta la época en que vivió y la nuestra, donde tenemos una educación supuestamente superior, la realidad nos indica que, nuevamente, Hitler fue una persona extremadamente inteligente. En la actualidad, por mucho que nos enseñen idiomas, lo cierto es que no los hablamos correctamente, y Hitler, por el contrario, era capaz de leer sin problemas en inglés y en francés.
Hitler, en las ciudades de Linz y Steyr, recibió clases de francés durante 5 horas a la semana y durante 4 años. Aunque en 1904 tuvo que repetir el examen de francés. No le gustaba mucho ese idioma, algo que insinuó ya en Mein Kampf. Sin embargo, en 1941 su profesor Gregor Goldbacher hizo alusión a ese examen, de donde se desprende que a Hitler no se le dio mal ese idioma.
Su amigo de juventud, Kubizek dijo:
- El francés era la única lengua extranjera que Hitler estudió, o mejor dicho, que tenía que estudiar.
Amigos de Hitler anteriores a 1918 han atestiguado que Hitler se defendía con soltura en francés. Su casero de Munich Popp, que hablaba ese idioma, pudo comprobarlo, al igual que compañeros del ejército, que contaron que el conocimiento del francés por parte de Hitler le sirvió de mucho ya que como mensajero tuvo que tratar con franceses. Hitler por otra parte, leyó muchos libros en francés.
Hitler no estudió inglés en la escuela. Sin embargo, era capaz de entenderlo lo suficiente como para defenderse. El hijo de su casero, Josef Popp, que vivió en Estados Unidos, valoró positivamente sus conocimientos de inglés. Se sabe que entre 1913 y 1914 Hitler encargó libros y publicaciones inglesas en las bibliotecas de Múnich.
El periodista norteamericano Karl Wiegand, que entrevistó a Hitler en enero de 1930, recibió varias respuestas de Hitler en inglés. Y según Werner Maser, el hecho de que a Hitler le gustara ver las películas inglesas y americanas en versión original y leer los periódicos y revistas inglesas y francesas, está suficientemente atestiguado.
Hans Severus Ziegler, quien conoció a Hitler durante veinte años, dijo:
- No debe creerse que un estudiante de filología inglesa con varios semestres cursados pudiera saber más inglés que él.
Según también Maser, algunas personas que conocieron a Hitler antes de 1924 afirmaron que estudió durante algún tiempo yiddish y hebreo, sin embargo el biógrafo admite que no existen pruebas al respecto. Sin embargo, en las conversaciones de Hitler con Dietrich Eckart y en sus conversaciones de sobremesa queda demostrado su conocimiento de esos idiomas. Según Maser:
- Al pintor Hitler, que era capaz de desarrollar pensamientos de gran plasticidad y que además poseía una memoria privilegiada, no le debió resultar nada difícil confeccionarse en poco tiempo un catálogo de palabras hebreas que pudieran serle de alguna utilidad.
En las conversaciones de sobremesa, en fecha 7 de marzo de 1942, tenemos unas declaraciones del propio Hitler:
- Si se compara el idioma alemán con el inglés, y luego con el italiano, se presentan al espíritu inmediatamente algunas consideraciones. El idioma inglés carece de la posibilidad de expresar pensamientos que van más allá del orden de las cosas concretas. Esta posibilidad la tiene el idioma alemán, y por eso Alemania es el país de los pensadores.
El italiano es la lengua de un pueblo de músicos. Me convencí de esto el día que en Obersalzberg oí a un ciego de guerra italiano. ¡Qué olas de elocuencia, qué apoteosis! Traducido su discurso, no quedaba en nada: puro aire.
Nosotros los alemanes no tenemos costumbre de hablar por hablar. No nos emborrachamos con los sonidos. Cuando abrimos la boca es para decir algo. Pero nuestra lengua se empobrece en vocales y debemos reaccionar contra esta tendencia.
Alegrémonos por disponer de un vocabulario bastante rico para matizar hasta el infinito nuestro pensamiento. Y aceptemos con agradecimiento las palabras extranjeras que han entrado en nuestra lengua, aunque no sea más que por su sonoridad. ¿Qué sucedería si expulsáramos de la lengua alemana las palabras de origen extranjero que ha asimilado? Primero, no sabríamos exactamente dónde conviene pararse en este camino. Después, sacrificaríamos estúpidamente una rica aportación que debemos a nuestros predecesores.
Mientras una lengua evoluciona, es que vive, sigue adecuándose a la expresión de los pensamientos y de las ideas nuevas. Me gustaría que cuando tomamos una palabra de una lengua extranjera, la ortografía alemana correspondiera a su pronunciación, de modo que todo el mundo pueda pronunciar ese término de la misma forma. El ejemplo de los ingleses, en lo que a esto se refiera, no es recomendable. Desde el momento en que una lengua dispone de una letra para cada sonido diferente, no se puede admitir que la pronunciación exacta depende del conocimiento de la lengua en la cual la palabra tiene su origen. Una palabra debe escribirse como se pronuncia.