Estrenamos estos días en España una ley que prohíbe fumar prácticamente en todos los lugares. Se trata de una ley muy polémica. No todo el mundo la apoya. Muchos detractores de esta ley la comparan, una vez más, con Hitler y el nacionalsocialismo. Por supuesto, sabemos que Hitler es utilizado siempre como arma arrojadiza. Para eso sirve Hitler. Nuevamente las comparaciones resultan una estafa verbal. Teniendo en cuenta que incluso se compara al presidente americano Obama con Hitler (existen muchas imágenes del presidente luciendo bigotito) no debemos tener en cuenta las comparaciones. Sin embargo, tienen su efecto entre la población. ¿Cuándo llegará el momento en que una comparación con Hitler no sea tenida en cuenta? No lo sabemos. En todo caso, hace falta mucha ignorancia para hacerlo. "El presidente Zapatero prohíbe fumar como lo hizo Hitler", afirman. Semejante estupidez es como afirmar que todos somos Hitler porque respiramos. No solo eso, denota una ignorancia sobre Hitler y, sobretodo, una forma de utilizar la historia al antojo más oportunista.
Como todos sabemos, Hitler no soportaba el humo del tabaco. En enero de 1942, en sus conversaciones, dijo:
- Cuando entro en un local donde se fuma, me siento acatarrado al cabo de una hora. ¡Los microbios se precipitan sobre mi! Encuentran un clima favorable en el humo y el calor.
Más adelante, en marzo dijo:
- En Bayreuth conocí un comerciante, un cierto Mökel, que me invitó a ir a verle a Nüremberg. Encima de su puerta había un rótulo: "Los fumadores no entran aquí". En cuanto a mi no he puesto letrero en mi puerta, pero los fumadores no entran en mi casa.
Hace algún tiempo le preguntaba a Göring si creía que le favorecía retratarse con la pipa en la boca. ¿Qué pensaría usted del escultor que le inmortalizara con un cigarro entre los dientes?
Es completamente falso decir que el soldado no soportaría la vida del frente si se le privara de tabaco. Es un error que hay que cargar en el pasivo del alto mando, la distribución desde el principio de la guerra, de una ración cotidiana de cigarrillos al soldado. Naturalmente, no se trata de hacer marcha atrás en este momento. Pero en cuanto vuelva la paz, lo suprimiré. Podemos hacer mejor empleo de nuestras divisas que destinándolas a la importación de veneno.
Empezaré la reeducación por los jóvenes. Les diré "No sigáis el ejemplo de los viejos".
¡He conocido tal miseria en Viena! Pasé allí meses y meses, sin hacer una comida caliente. Vivía de leche y pan duro. Pero gastaba trece kreuzers por día en cigarrillos. Me fumaba de veinticinco a cuarenta por día. Ahora bien, en aquella época un kreuzer representaba para mi más que diez mil marcos de hoy. Un día hice la reflexión que con cinco kreuzers podía comprar mantequilla para poner sobre mi pan. Tiré mis cigarrillos al Danubio y desde entonces no he vuelto a fumar.
Estoy persuadido de que si hubiera continuado fumando, no hubiera resistido a la vida de preocupaciones que llevo desde hace tiempo. Es quizá a este detalle insignificante a lo que el pueblo alemán debe su salvación.
¡Tantos hombres a mi alrededor han muerto por el abuso del tabaco! Primero, mi padre. Después Dietrich Eckart, Troost. ¡Pronto le tocará a usted, Hoffmann!
Testimonios sobre Hitler y el tabaco los encontramos en las memorias de una de sus secretarias, Christa Schroeder:
- También le gustaba contarnos sus primeras experiencias como fumador. Logró fumarse un puro hasta la mitad; después, tuvo que correr a su casa sintiéndose horriblemente indispuesto. Contó a su madre que se había indigestado comiendo cerezas. El médico, llamado a toda prisa, registro sus bolsillos y encontró la colilla del cigarro.
"Más adelante -añadió Hitler- me compré una pipa alargada de porcelana. Fumaba como una chimenea, incluso echado. Una vez, me quedé dormido y, cuando me desperté, la cama estaba ardiendo. Tomé entonces la resolución de no fumar nunca más y he cumplido mi voto.
También su secretaria nos cuenta anécdotas al respecto del tabaco:
- Desde su punto de vista, la nicotina era más temible que el alcohol. Consideraba que era un veneno terrible, cuyas consecuencias nefastas no se manifestaban hasta transcurridos los años. Fumar provoca un espíritu obtuso y unas arterias estrechas. Entre los grandes fumadores, es corriente observar un debilitamiento general de la constitución. Una vez hizo una broma " En el fondo, un modo excelente de desembarazarse de los enemigos consiste en invitarles a fumar".
- Hitler acariciaba la idea de prohibir con una ley el tabaco, después de la guerra. Estaba convencido de que, de este modo, iba a prestar el mayor servicio posible a su pueblo.
En las memorias de otra de sus secretarias, Traudl Junge, no faltan las alusiones de Hitler al tabaco:
- Cuando Hitler intentó que el profesor Blaschke confirmara que fumar es uno de los vicios más dañinos y que en especial tiene unas consecuencias desastrosas para los dientes, se encontró con una negativa decidida. Blaschke era un fumador empedernido y tal vez por ello más tolerante de lo que debiera desde el punto de vista médico. Decía que fumar es bueno, pues desinfecta la cavidad bucal y favorece la circulación; en un marco normal, fumar no es dañino. Pero Hitler no quería saber nada de todo esto: "Fumar es una de las pasiones más peligrosas, al margen de que personalmente encuentro repugnante el olor del humo de los cigarrillos; yo no ofrecería un cigarrillo a una persona a la que apreciara o amara, pues le estaría haciendo una jugarreta. Está demostrado que los no fumadores viven más años que los fumadores y que son mucho más resistentes a las enfermedades".
Por supuesto, tampoco faltan las alusiones al tabaco en las memorias de Speer, y de casi todos los que trataron de cerca al Führer. En realidad Hitler fue un adelantado a su época en esta y en otras muchas cuestiones. No era hipócrita. Pretendía la prohibición total del tabaco. ¿Con qué ética vende un estado un producto en cuya cajetilla aparece la leyenda "fumar provoca cáncer"? No, el presidente Zapatero no se parece a Hitler puesto que Hitler pretendía no vender si quiera ese producto. Hay una gran diferencia. Evidentemente en ese aspecto Hitler era superior a nuestros hipócritas gobernantes. Por cierto, hay que recordar que los grandes enemigos de Hitler, Churchill, Stalin y Rooselvet, fueron unos grandes fumadores.