Según se desprende de la mayoría de libros, la culpabilidad de la II Guerra Mundial recae indiscutiblemente en Adolf Hitler. Así ha pasado el Führer a la historia. Para empezar, bueno es que el mismo Hitler diga algo al respecto:
- No es cierto que yo o cualquier otro en Alemania deseara la guerra en 1939. Ella fue deseada e instigada exclusivamente por aquellos estadistas internacionales que eran de origen judío o que trabajaban para los judíos. He hecho tantas ofertas para la reducción y limitación de armamentos, que la posteridad no siempre encontrará excusas para atribuirse la responsabilidad de esta guerra. Además, nunca he deseado que después de la Primera Guerra Mundial naciera una segunda contra Inglaterra o América... Sólo tres días antes de que estallara la guerra alemana-polaca, propuse al embajador británico en Berlín una solución al problema alemano-polaco, similar a aquella para el territorio del Sarre, bajo control internacional. Tampoco puede impugnarse esta oferta. Fue rechazada sólo porque los círculos responsables de la política inglesa querían la guerra, en parte por la esperanza de hacer buenos negocios, y en parte bajo el impulso de una propaganda organizada por el judaísmo internacional.
Esa era la opinión de Hitler en 1945, con la guerra a punto de finalizar. Pero dos décadas antes, Hitler dejó clara la política internacional que él quería en su libro Mi Lucha. Veamos algún pasaje aclaratorio:
- Sólo un territorio suficientemente amplio puede garantizar a un pueblo la libertad de su vida. Además, no hay que perder de vista que, a la significación que tiene el territorio de un estado como fuente directa de subsistencia, se añade la importancia que debe reunir desde el punto de vita político-militar, cuando un pueblo tiene asegurada su subsistencia gracias al suelo que posee, deberá, sin embargo, preocuparse todavía de la manera de garantizar la seguridad de este suelo; seguridad que reside en el poder político general de un estado, el cual depende a su vez, en gran parte de la posición geográfico-militar del país.
Más adelante Hitler dice:
- Nosotros los nacionalsocialistas , tenemos que sostener inquebrantablemente nuestro objetivo de política exterior que es asegurar al pueblo alemán el suelo que en el mundo le corresponde... Las fronteras de los estados las crean los hombres y son ellos mismos los que las modifican.
Ian Kershaw opina que Hitler, ya en 1937, "percibía intensamente, como demostraban sus comentarios en la reunión de Hossbach, que el tiempo corría en contra de Alemania. Él había llegado a la conclusión de que no podía limitarse a esperar pasivamente la evolución de los acontecimientos internacionales; como mucho en 1943-45 tenía que estar todo preparado para emprender una acción militar, antes si se presentaban las circunstancias adecuadas. Su entusiasmo por acelerar el impulso de expansionismo estaba parcialmente agudizado por un sentimiento creciente de que podría no quedarle mucho tiempo de vida para alcanzar sus objetivos."
David Irving, en su libro "El camino de la guerra" dice a propósito ya en 1936: "Alemania, ordenó Hitler, debe ser capaz delibrar una guerra contra la Unión Soviética, porque una victoria del bolchevismo sobre Alemania significaría algo peor que un nuevo tratado de Versalles, significaría la aniquilación final , el exterminio de la nación alemana. Hitler anunció que debía resolver definitivamente los problemas económicos de Alemania aumentando su Lebensraum y, por tanto, también sus recursos de materias primas y de alimentos. En resumen, Hitler exigió dos cosas: ' En primer lugar, el ejército alemán debe estar preparado para la acción en cuatro años; y en segundo lugar, también en cuatro años, la economía alemana debe estar preparada para la guerra'.
Sobre la guerra, sabemos cuál era la opinión de Hitler. Para él, era inevitable. En agosto de 1941 dijo:
- La vida es cruel. Nacer, existir, desaparecer, siempre la cuestión de la muerte. El que nace, debe morir. Que sea de enfermedad, a consecuencia de un accidente, o en la guerra no cambia nada. En cuando a los que sufren por la guerra, pueden encontrar un consuelo pensando que si se consiente su sacrificio es para asegurar el porvenir del pueblo del que forman parte.
Sobre la opinión que Hitler tenía de la imagen que podía quedar de él en la historia, Irving dice:
- A Hitler le importaba muy poco su propia imagen. A pesar de las buenas intenciones que muchos mostraron en este sentido, él se resistió a cambiar su "gorra de cartero", sus botas arrugadas y aquel bigote pasado de moda y propio de los años treinta. Nunca le gustó la publicidad ni los laureles de la posteridad. En una ocasión escribió a Hans Lammers ordenando que si los ingleses insistían tanto en tener detalles de su vida para el Who's Who, sólo debían darse a grandes rasgos. Como explicó años más tarde durante una reunión secreta con sus generales en 1944, al protestar éstos por la severidad de las decisiones que afectaban al frente ruso: 'Me tiene sin cuidado lo que diga la posteridad'.
Creo que es un buen epitafio para Hitler.
Ian Kershaw opina que Hitler, ya en 1937, "percibía intensamente, como demostraban sus comentarios en la reunión de Hossbach, que el tiempo corría en contra de Alemania. Él había llegado a la conclusión de que no podía limitarse a esperar pasivamente la evolución de los acontecimientos internacionales; como mucho en 1943-45 tenía que estar todo preparado para emprender una acción militar, antes si se presentaban las circunstancias adecuadas. Su entusiasmo por acelerar el impulso de expansionismo estaba parcialmente agudizado por un sentimiento creciente de que podría no quedarle mucho tiempo de vida para alcanzar sus objetivos."
David Irving, en su libro "El camino de la guerra" dice a propósito ya en 1936: "Alemania, ordenó Hitler, debe ser capaz delibrar una guerra contra la Unión Soviética, porque una victoria del bolchevismo sobre Alemania significaría algo peor que un nuevo tratado de Versalles, significaría la aniquilación final , el exterminio de la nación alemana. Hitler anunció que debía resolver definitivamente los problemas económicos de Alemania aumentando su Lebensraum y, por tanto, también sus recursos de materias primas y de alimentos. En resumen, Hitler exigió dos cosas: ' En primer lugar, el ejército alemán debe estar preparado para la acción en cuatro años; y en segundo lugar, también en cuatro años, la economía alemana debe estar preparada para la guerra'.
Sobre la guerra, sabemos cuál era la opinión de Hitler. Para él, era inevitable. En agosto de 1941 dijo:
- La vida es cruel. Nacer, existir, desaparecer, siempre la cuestión de la muerte. El que nace, debe morir. Que sea de enfermedad, a consecuencia de un accidente, o en la guerra no cambia nada. En cuando a los que sufren por la guerra, pueden encontrar un consuelo pensando que si se consiente su sacrificio es para asegurar el porvenir del pueblo del que forman parte.
Sobre la opinión que Hitler tenía de la imagen que podía quedar de él en la historia, Irving dice:
- A Hitler le importaba muy poco su propia imagen. A pesar de las buenas intenciones que muchos mostraron en este sentido, él se resistió a cambiar su "gorra de cartero", sus botas arrugadas y aquel bigote pasado de moda y propio de los años treinta. Nunca le gustó la publicidad ni los laureles de la posteridad. En una ocasión escribió a Hans Lammers ordenando que si los ingleses insistían tanto en tener detalles de su vida para el Who's Who, sólo debían darse a grandes rasgos. Como explicó años más tarde durante una reunión secreta con sus generales en 1944, al protestar éstos por la severidad de las decisiones que afectaban al frente ruso: 'Me tiene sin cuidado lo que diga la posteridad'.
Creo que es un buen epitafio para Hitler.