Las conversaciones de Hitler son una fuente de anécdotas del Führer. Basta con leer un poco al azar para encontrar muchas. A menudo Hitler se refiere a su infancia y en especial a sus profesores. Recuerda al padre Schwarz. Dice Hitler que el padre Schwarz tenía una hermana que regentaba una pequeña tienda. Hitler y sus amigos iban a la tienda para pedir artículos absurdos como pantalones de mujer y corsés. Como la mujer no los tenía, el grupo de chiquillos salían de la tienda "indignados y gritando". Hitler solía agobiar a su profesor con preguntas difíciles. Puesto que él leía libros de librepensadores, siempre le agobiaba a su profesor con sus conocimientos científicos "mal digeridos". Según Hitler "le volvía loco" al profesor.
Una anécdota curiosa es cuando Hitler asegura que en Linz existía una "asociación de cónyuges separados de cuerpo". La verdad es que no se qué tipo de asociación es esa. El caso es que Hitler entró en una reunión y firmó una hoja de adhesión. "Una santa cólera se apoderó de mi al oír al orador. Describía hombres cuya conducta era modelo de ignominia , y cuyas esposas, según los términos de la Ley, no podían separarse nunca de ellos." Entonces a Hitler se le ocurrió componer una obra de teatro sobre el tema.:
- Siendo mi letra tan ilegible, dictaba la obra a mi hermana, mientras me paseaba por mi cuarto. La obra estaba dividida en varias escenas. En ella manifestaba yo una imaginación exaltada y ardiente. Tenía entonces quince años.
Sin embargo, la hermana de Adolf le dijo que su obra no iba a poder representarse. Hitler estaba convencido de que su obra iba a representarse. Sin embargo su hermana "persistió de tal forma en su terquedad que un día se declaró en huelga, y allí quedó mi obra maestra." Sin embargo Hitler reflexionó y comentó el asunto con el profesor Schwarz. El agobiado profesor le dijo que no se explicaba cómo hacía Hitler para encontrar semejantes temas. El futuro Führer le contestó: "porque me interesan." Puesto que el padre de Hitler había fallecido, el profesor no se explicaba por qué interesaba tanto el asunto al joven Adolf. Y éste le contestó:
- Pero mi padre no tiene nada que ver con este asunto. Yo soy quien se ha hecho miembro de la Asociación de cónyuges separados de cuerpo.
Hitler sin embargo recordaba con añoranza sus días juveniles:
- ¡Qué época tan llena de sol en mi existencia! Y sin embargo, no es que no me costara trabajo saltar los obstáculos de la vida escolar. Pasé un año en Steyr. Fue allí, en las pendientes del Domberg, donde aprendí a esquiar.
Lo cierto es que no tenemos constancia de que Hitler esquiara después. De hecho, el Führer siempre fue contrario a exhibirse en público, como lo hacía Mussolini. Sin embargo, resulta curioso imaginarse a Hitler practicando el esquí.
Después Hitler relata la primera vez que se emborrachó:
- Había conseguido mi certificado, y debía salir de Steyr al día siguiente para volver a casa de mi madre. De escondite fuimos mis compañeros y yo a alegrarnos con vino al campo. He olvidado por completo lo que pasó durante aquella noche. Únicamente me acuerdo de que me despertó una lechera, por la mañana y al alba, en la carretera de Steyr a Karsten. Estaba en un estado lamentable cuando llegué a casade mi Crux. Tomé un baño, bebí una taza de café. Petronila me preguntaba entonces si había conseguido mi certificado. ¿Qué había podido hacer con él y qué le voy a enseñar a mi madre? Empiezo ya a inventar una explicación: al desplegarlo en el tren, delante de la ventanilla abierta, una ráfaga de viento se lo llevó. Petronila no es de la misma opinión, y me sugiere que es mejor ir a pedir a la escuela un duplicado del documento. Y como me he bebido todo mi dinero, lleva su bondad hasta el punto de prestarme cinco guldens. El director empezó por imponerme una espera bastante larga. Mi certificado había sido devuelto a la escuela, pero roto en cuatro pedazos y en un estado poco honroso. Sin duda, en la inconsciencia de la embriaguez lo había tomado como papel higiénico. Me quedé estupefacto. No puedo contar lo que me dijo el director: al cabo de tanto tiempo siento aun humillación. Me juré a mí mismo, solemnemente que jamás volvería a emborracharme, y lo he cumplido.
He aquí unas anécdotas que nos indican que Hitler tuvo una infancia y adolescencia normales. Aunque ya se observa a un muchacho preocupado por saber y leer.