La figura de Martin Bormann siempre ha resultado odiosa para casi todo el mundo. De hecho, parece que no haya nadie que hable bien de ese hombre. Los historiadores dicen que Bormann resultaba ser un hombre sin escrúpulos siempre a la sombra de Hitler. La figura de Martin Bormann no era conocida en el III Reich. Solo después de la guerra el mundo supo de él. Tras el vuelo de Rudolf Hess, Bormann ascendió rápidamente como hombre de confianza de Hitler. Muchos se preguntaban qué veía Hitler en un hombre tan desagradable. Pero lo cierto es que Bormann se fue haciendo imprescindible para Hitler. ¿Lo hizo por ambición o por sentido del deber? Bormann no era un personaje público, no encajaba en el modelo de jerarca nazi. Era el típico burócrata. Le llamaban "la eminencia gris".
Lo que no se le puede reprochar a Bormann es que no fuera trabajador. Trabajaba día y noche y sin descanso. Rudolf Hess lo empleó como enlace entre el Partido y el Estado y fue nombrado Jefe del Estado Mayor de Hess. Hasta 1936 permaneció con una cierta discreción. Entonces se procuró una casa en el Obersalzberg para estar cerca de Hitler. Compró terrenos cerca del Führer para que éste pudiera estar tranquilo en sus descansos. Bormann compraba los terrenos a los campesinos de Obersalzberg y les pagaba muy bien por ello, entre cuatro y cinco veces su precio. Así que no tuvo que coaccionar a nadie. No obstante, Hitler acabó por enterarse y temió que se cometieran injusticias con los campesinos y prohibió toda nueva adquisición. Bormann le dijo que los campesinos estaban encantados con las adquisiciones y que eran éstos quienes le acosaban para que comprara sus fincas. Así que Hitler se tranquilizó. Obsérvese el carácter de Hitler que, a pesar de ser dictador de Alemania, no deseaba incomodar a los campesinos ni cometer irregularidades. De hecho, este comportamiento es típico en Hitler. Nunca quiso cometer ilegalidades en las compras de nada. Sin embargo, con el tiempo Hitler fue prácticamente el único propietario de las tierras del Obersalzberg.
Bormann se comportaba con su jefe de manera extremadamente sumisa pero también le resultaba muy eficaz. Sin embargo, para el resto de la gente, Bormann se comportaba de manera brusca, desagradable y a veces daba la impresión de estar loco. Lo mejor era estar a bien con Bormann porque si alguien le molestaba, su odio era tremendo. Sin embargo, entre las personas cercanas al Führer y que gozaban de su simpatía, Bormann se comportaba de manera simpática.
Fue Bormann quien construyó una obra conocida en el Berghof, que costó mucho dinero: el famoso salón de té a 1800 metros, al que se llegaba a través de un túnel. Al principio Hitler no le concedió ninguna importancia pero después le gustaba mucho llevar a sus invitados a ese alto para contemplar el paisaje.
Martin Bormann fue el sucesor de Rudolf Hess. Sin embargo, después del vuelo de Hess, nació la Cancillería del Partido, que estuvo a las órdenes de Bormann. Pronto Bormann quiso deshacerse de todo lo que recordara a Hess. Tal era la manía persecutoria hacia Hess que incluso hizo cambiar el nombre de uno de sus hijos, que se llamaba Rudolf. Lo cierto es que Bormann se hizo tan imprescindible ante Hitler que ya hubo una época en que todo el mundo le temía.
Pero veamos por qué una figura tan odiada por todo el mundo, era imprescindible para Hitler. Tan pronto como Bormann se enteraba de que algo le gustaba a Hitler, hacia lo imposible por conseguirlo. Por ejemplo, sabía que a Hitler le gustaba la literatura y creó una oficina de lectura encargada de procurar las últimas publicaciones y resumirlas en una sola hoja para poder hablar de literatura junto a Hitler. En una ocasión Hitler se dispuso a subir en coche por una montaña y se maravilló del paisaje pero se percató de que una granja afeaba el entorno. El Führer dijo que cuando esos campesinos desaparecieran habría que suprimir esa casa. Sin embargo, 24 horas después Hitler no daba crédito a lo que vio: en donde antes había una granja, ahora se extendía un verde prado. Al parecer Bormann se entendió con el propietario de la granja y consiguió que se marchara voluntariamente. Cientos de obreros trabajaron mañana y noche para despejar el terreno.
Otro ejemplo de la eficacia de Bormann lo ilustra la siguiente anécdota. En el Berghof Hitler recibía a miles de admiradores que le querían ver. En una ocasión Hitler se quejó de que el sol le resultaba muy molesto. Al día siguiente Hitler se quedó estupefacto: ahí donde recibía a sus admiradores, Bormann había trasplantado un gran árbol. Personalmente se encargó de cuidarlo para que enraizara.
Así pues, ante semejante eficacia, no se puede reprochar a Hitler que tuviera como colaborador a un personaje tan siniestro y gris. Sin embargo, la influencia de Bormann era tan grande, que muchos acontecimientos del final de la guerra se le deben a él, o a la manera que tenía de presentar los asuntos a Hitler.