Hitler pasó el 31 de Diciembre de 1944 en el Cuartel General Occidental, desde donde dirigió la ofensiva de las Ardenas, en un valle solitario cubierto de prados en Bad Nauheim. Estaba situado en el bosque y camuflados con casas prefabricadas y búnkers bien protegidos. Hitler pasó aquella noche entre asistentes, médicos, secretarias y, como no, su inseparable Bormann. Todos bebieron champaña menos Hitler. Según las memorias de Albert Speer Hitler hizo pronósticos optimistas para el nuevo año. Seguía conservando su mágico poder.
Durante esos días Hitler procuró irradiar entre sus colaboradores optimismo. Sin embargo, el Führer se encontraba envejecido, a pesar de tener solo 55 años. Tenía la espalda encorvada, su cara era macilenta por estar siempre expuesto a la luz artificial, su cabello se había encanecido. Después de las reuniones del mediodía Hitler tenía que dormir tres horas por prescripción de sus médicos. Solía dar paseos por la nieve alrededor de su búnker. A pesar de que fue operado de la garganta semanas antes, el Führer quiso grabar un discurso de Nochevieja a la nación.